Venezuela considerada uno de los países más peligrosos del mundo, ahora está llena de “megabandas”, peligrosas organizaciones criminales conformadas por 50 integrantes o más que han estado operando con impunidad y ejerciendo control diversos sectores de la población.
El nuevo fenómeno se está convirtiendo en un dolor de cabeza para el régimen de Nicolás Maduro, que en las últimas semanas se ha visto obligado a salir a combatir a las incipientes organizaciones, emprendiendo redadas bajo el curioso nombre de Operación Liberación del Pueblo (OLP), como el que se dio la semana pasada en la Cota 905.
Pero estas “megabandas” son hijas ilegítimas del régimen, concebidas bajo los efectos de iniciativas gubernamentales insensatas, la corrupción de funcionarios que les suministran armas de guerra y la impunidad que otorga una inexistente política de Estado para combatir el crimen, dijeron expertos consultados.
Esa combinación de factores creó el ambiente perfecto para la incubación de este tipo de agrupaciones, dijo Luis Cedeño, director ejecutivo del Observatorio de Delito Organizado en Caracas.
Según el observatorio, actualmente operan al menos 12 de estas “megabandas” en Venezuela, que están involucradas en un amplio abanico de acciones delictivas que van desde la extorsión y el secuestro hasta el robo de vehículos y el narcotráfico.
Aunque eso no quiere decir que esas sean las únicas bandas que operan en el país.
Cedeño citó un informe reciente de las autoridades policiales que ubicaba en 94 el número de bandas medianas y grandes que habían sido identificadas en Venezuela.
No obstante, la megabanda es una organización mucho mayor, que surge cuando dos o tres de ellas se fusionan para luego salir a forjar alianzas de operaciones con pandillas más pequeñas, creando así una gran red con un núcleo 50 integrantes, y un ejército de pandilleros afiliados que puede superar ese número.
“Estas bandas, como la de ‘El Picure’ y la de ‘El Juvenal’, han tomado mucha fuerza en número de integrantes, en materia de logística y en capacidad de fuego”, comentó Cedeño.
“Tienen acceso a armas de guerra, Ak-47s, AR15s, granadas fragmentarias – y eso les genera, dentro del mundo criminal, cierta prevalencia, y notoriedad– y tiene una cobertura geográfica importante, porque coordinan con pequeñas bandas locales, a las que le ofrecen logística y protección”, explicó.
Las megabandas han utilizado ese armamento para no solo emprender sus actividades delictivas, si no también enfrentar las fuerzas del orden de igual a igual, atacando con granadas y rifles de asalto estaciones de policía en incidentes recientes.
Pero las relaciones entre el régimen y los pandilleros no siempre fueron hostiles.
Entre las principales razones atribuidas al surgimiento de las megabandas están las denominadas Zonas de Paz, o territorios libres de presencia policial constituidos para beneficiar a las pandillas con la esperanza de que sus integrantes dejaran de matarse en enfrentamientos territoriales, y que eventualmente depusieran sus armas para incorporarse a la sociedad.
La iniciativa, concebida por el viceministro José Vicente Rangel Ávalos, hijo del ex vicepresidente y ex ministro de Defensa José Vicente Rangel, tuvo resultados parciales.
Los pandilleros, lograron ver las ventajas de hacer las paces, pero terminaron forjando alianzas entre ellos para seguir delinquiendo.
El experimento de Rangel Ávalos, que posteriormente cayó en desgracia, creó un monstruo, afirmó el abogado y criminalista Luis Izquiel.
“Fue un gravísimo error del gobierno, cederle un territorio de impunidad a diversas bandas, en distintas partes del territorio nacional”, comentó desde Caracas.
“Esas bandas, lejos de desarmarse, lejos de abandonar el camino del crimen, como pretendía ingenuamente el gobierno, esas bandas lo que hicieron allí fue fortalecerse, crecer, armarse hasta los dientes y ampliar la gama de delitos que cometían”, enfatizó Izquiel.
La Cota 905 era una de las Zonas de Paz organizadas por el gobierno. Allí no entraban patrullas de la policía lo que dejaba a sus residentes bajo merced de las pandillas.
Fuente: El Nuevo Herald.