miércoles, 27 de enero de 2016

David Kaczynski sabe que hizo lo correcto al indicar que su hermano podía ser un asesino en serie.


David Kaczynski sabe que hizo lo correcto al indicar que su hermano podía ser un asesino en serie. Pero hoy esa decisión sigue siendo tan dolorosa como hace 20 años.


Desde su celda, Ted Kaczynski, más conocido como “Unabomber,” el hombre que aterrorizó a la nación en los años 80 y a principios de los 90, se ha comunicado por correspondencia con miles de personas de todo el mundo.
Al cumplirse 20 años de su arresto, Yahoo News está publicando una serie de artículos basados en sus cartas y otros escritos, que se encontraban en el archivo de la Universidad de Michigan. Estos documentos arrojan una luz nueva sobre la mente de Kaczynski, genio, loco y asesino.

En el desierto, al suroeste de Estados Unidos. Buscábamos una señal en un lugar desértico. David Kaczynski nos había dicho que buscáramos una hilera de buzones, algo poco común en estos parajes remotos y salvajes en los que la ciudad más cercana se encontraba a casi 100 kilómetros. Sin embargo, él nos estaba esperando para guiarnos por una carretera sin pavimentar en el corazón del desierto donde ahora vive con su esposa, Linda.


Escapar a un lugar más salvaje era un deseo que David compartió con su hermano Ted. Aunque Ted es siete años mayor, ambos estuvieron muy unidos, como solo suelen estarlo los hermanos. Hace más de treinta años ambos Kaczynski estudiaron y se graduaron en la Ivy League, abandonaron sus trabajos y se retiraron a lugares más salvajes. Ted construyó una cabaña en los bosques de Montana, y David levantó la suya en el desierto del Parque Nacional Big Bend de Texas. Ambos vivían de la tierra, sin electricidad ni agua corriente.

Con el tiempo sus caminos se separaron de forma dramática. Solo en su cabaña, víctima de lo que los psiquiatras forenses denominaron una enfermedad mental grave, Ted se había convertido en Unabomber y comenzó a aterrorizar al país con paquetes bomba mortales, con la intención de llamar la atención sobre su filosofía anti-tecnología. David no sabía lo que estaba haciendo su hermano, regresó a la sociedad y se casó. Años más tarde tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles: debía asumir que el hermano que tanto amaba se había convertido en un asesino para poder delatarlo para salvar la vida de víctimas inocentes y tal vez la suya propia. Él tomó la única decisión que consideraba posible y racional.

“Era como una sombra sobre mi vida y no sabía qué hacer con ella”, confesó David sentado en el porche de la apartada cabaña que ha construido recientemente para vivir con Linda. De hecho, como todavía son blanco de amenazas, han pedido que no se revele su ubicación. “Pero quizá ha llegado el momento de pasar página”.

Para hacer que el proceso sea más fácil, David ha escrito el libro, “Every Last Tie: The Story of the Unabomber and His Family”. En sus páginas relata sus puntos de vista y desvela cuán difícil fue para él y su difunta madre aceptar el hecho de que su querido hermano e hijo era un asesino a sangre fría.

“Todavía miro atrás y me doy cuenta de que tomé la decisión correcta”, afirmó David. “Quizá él habría matado a más personas… Si hubiese habido otra solución, que me hubiera permitido ayudarlo y seguir siendo una persona responsable, la habría tomado. Pero yo tenía una responsabilidad. Fue doloroso y todavía hoy lo sigue siendo”.

Mientras intentaba salvar a Ted de la pena de muerte y se esforzaba por compensar los retorcidos crímenes que había cometido su hermano, David se convirtió en el héroe torturado de la historia de Unabomber. Les pidió perdón a todas las víctimas a través de cartas, llamadas telefónicas y, en algunos casos, incluso se reunió con ellas, a pesar de que su hermano nunca se ha disculpado ni ha expresado remordimiento. Cuando David y su esposa recibieron la recompensa de un millón de dólares del Departamento de Justicia por la información que condujo a la detención de su hermano después de una persecución de 17 años, ellos donaron casi todo el dinero a las víctimas.


Cuando David contactó al FBI para contarles sus sospechas, les puso dos condiciones: quería que le avisaran antes de que los agentes entraran en acción y que su participación se mantuviera en secreto. No obstante, cuando la noticia de que había un sospechoso se filtró a los medios de comunicación, los funcionarios federales tuvieron que actuar rápidamente. David y su familia prácticamente no supieron nada y alguien desveló su participación a los medios de comunicación. En cuestión de horas, los periodistas de todo el mundo se agolpaban delante de la puerta de David.

Un día después, sentado en una celda de la cárcel de Lincoln, en Montana, Ted le preguntó a su abogado de oficio cómo los federales lo habían encontrado. “Ah, ¿no lo sabes?”, le preguntó el hombre, según le dijo más tarde a David un miembro del equipo legal de su hermano. “Fue tu hermano”.

Ted sacudió la cabeza con incredulidad. “No, David no lo haría”, afirmó.

Según los diarios que confiscó el FBI, Ted pasó años odiando a la sociedad moderna. Sin embargo, después de su arresto, la obsesión de Ted se centró en su hermano debido a esa traición imperdonable.

Ted cree que David había abandonado los valores que ambos compartían para regresar a la sociedad y que luego lo vendió al FBI. Y lo que es aún peor, David estaba contando “una serie infinita de mentiras” diciendo que Ted era un enfermo mental. “MENTIRAS”, le escribió Ted en una carta a un corresponsal, que ahora se encuentra en su archivo de documentos personales en la Labadie Collection, de la Biblioteca de la Universidad de Michigan.

En la cárcel, Ted ha leído obsesivamente cada entrevista que David ha concedido a los medios de comunicación. Marcó con lápices de colores una larga historia que se publicó en el New York Times sobre la épica tragedia de “Los hermanos Kaczynski”, uno bueno y otro malo. Al subrayar las frases de David en las noticias escribía una y otra vez con su perfecta caligrafía: “INCORRECTO. INCORRECTO. INCORRECTO”.

A medida que se acercaba la fecha de su juicio en Sacramento, California, Ted se enfadó aún más. A través de sus abogados, se negó a hablar con su familia. Escribió que su madre y su hermano solo habían sido un “desastre” para él. Sus últimas palabras a David le llegaron en dos cartas hirientes seis meses después del arresto, en las que exponía su teoría sobre por qué su hermano lo había traicionado:

“De todas las cosas que podías haberme hecho, has optado por la más cruel”, escribió Ted. “Tú me conoces lo suficientemente bien como para saber que lo que más necesito es libertad física, silencio y soledad, y que para mí la prisión permanente será un destino mucho peor que la muerte… ¿Por qué lo hiciste? ¿Para detener a Unabomber? No lo creo. Desvelaste mis datos solo porque me odias”.

En una segunda carta, Ted citó las referencias de David a su enfermedad mental. “Aunque no lo admitas, sabes en lo más profundo de ti que al hacer esas declaraciones públicas me estabas causando un gran sufrimiento. Lo hiciste porque me odias y porque siempre te has sentido inferior a mí”.

Desde ese día no ha vuelto a comunicarse con David. David, siguiendo el consejo de los abogados de Ted, le pidió disculpas a su hermano para intentar romper su coraza y obtener información que les ayudara en su defensa.

“Yo te quiero”, le escribió David en una carta en octubre de 1996. “Siento mucho, muchísimo, lo que te he hecho y el daño que te ha causado”.

Fue la primera de las docenas de cartas que David le ha escrito a su hermano en los últimos 20 años. “No sé si era completamente sincero,” reconoció ahora David refiriéndose a su disculpa. “Mi principal objetivo era abrir una puerta, saber si él necesitaba algo. Tal vez podría hacer algo para ayudarlo”.


David recuerda que fue Linda quien planteó por primera vez la posibilidad de que Ted fuera Unabomber. Entonces corría el año 1995, y ella había leído el “manifiesto” anti-tecnología del misterioso terrorista. Linda no conocía a Ted ya que este se había negado a acudir a su boda, pero había leído las cartas que le había enviado a David durante los últimos años y le había sorprendido su tono cada vez más enojado. Le preocupaba que pudiera llegar a reaccionar de manera violenta con David, con otras personas o incluso contra sí mismo. “Las personas que tienen cierto equilibrio mental no piensan así”, le había comentado a su esposo.

Ante la insistencia de Linda, le dieron las cartas de Ted a un psiquiatra poco después de que se casaron en 1990. El médico dijo que las cartas parecían mostrar signos de una “enfermedad mental grave”. Linda y David preguntaron cómo podían tratar a Ted pero supieron que, a menos que este acudiera voluntariamente, tendrían que probar que era un peligro para sí mismo o para los demás. En aquel momento no sabían que Ted ya había matado a la primera de sus tres víctimas. El médico también les advirtió de que si David buscaba tratamiento para Ted sin su consentimiento, corría el riesgo de ponerle punto final a su relación, que ya era bastante tensa.

Sin embargo, cinco años más tarde, cuando Linda leyó sobre el manifiesto de Unabomber, se encendió una alarma en su interior. “No te enojes conmigo”, le dijo a David. “¿Aunque se trate de una posibilidad remota, has pensado que tu hermano podría ser Unabomber?”.

David pensó que la imaginación de su esposa se había desbocado. Sabía que su hermano tenía problemas emocionales. Era consciente de que su hermano mayor era “especial”, como lo catalogaba su madre cuando eran niños y vivían en Evergreen Park, en Illinois, a las afueras de Chicago. Sin embargo, era imposible que Ted pudiera ser un asesino. A pesar del enfado que destilaban sus cartas, él también podía ser amable y sensible.

Sin embargo, un mes más tarde, después de leer el manifiesto de Unabomber, David empezó a asustarse. Las ideas de Unabomber y su lenguaje sonaban inquietantemente familiares.

Wanda Kaczynski, la madre del condenado Ted Kaczynski “Unabomber”, estrecha la mano del Defensor Federal Dennis Waks, a la izquierda, mientras ella y su hijo David, en la parte trasera, abandonan el Palacio de Justicia de Estados Unidos en el Edificio Federal Fred E. Moss, el 22 de enero de 1998. (Reuters)

David sabía que hizo bien en entregar a su hermano, pero se sentía mal por su decisión y aún no ha logrado superarlo porque quiere a su hermano y le gustaría protegerlo. Buscando paz, ha pasado años sometiéndose a terapia y ha encontrado consuelo en el budismo.

No obstante, Ted ha rechazado todas las ofertas de ayuda, incluso la de su madre, Wanda, que nunca se cansó de intentar comunicarse con su hijo. “Alguien me dijo que la mayor tragedia en la vida es amar a alguien que no te puede amar y/o tener a alguien que te ama y no poder amar a esa persona”, escribió en 2005. “Esto es especialmente cierto para una madre que ama profundamente a un hijo que, por alguna razón, no puede amarla. Bueno, quizá a mis 88 años ese dolor no dure mucho tiempo”.

Ted no respondió. Wanda murió en septiembre de 2011.

Con el paso de los años, David ha encontrado un poco de consuelo defendiendo los derechos de la salud mental y abogando en contra de la pena de muerte. También encontró una “sanación extraordinaria” en una persona: Gary Wright, una de las víctimas de su hermano, quien se ha convertido ahora en uno de los mejores amigos de David.

Aunque muchas víctimas y supervivientes de Unabomber rechazaron los intentos de David de disculparse, él estableció un vínculo estrecho con Wright, quien casi fue asesinado por una bomba que fue colocada fuera de su empresa de informática en 1987. La explosión lanzó tantos clavos en el cuerpo de Wright que las enfermeras del hospital dijeron que parecía un puerco espín, pero él sobrevivió milagrosamente, aunque todavía sufre mucho dolor porque los nervios de sus manos han quedado dañados.

David Kaczynski, hermano de Ted Kaczynski “Unabomber”, el 8 de enero de 2016, en su propiedad al suroeste de Estados Unidos. David y su esposa reconocieron los escritos de su hermano cuando el manifiesto de Unabomber fue publicado en los medios de comunicación. Acudieron al FBI y la información que brindaron condujo al arresto de su hermano. 

Wright, cristiano devoto, consiguió sanar sus heridad después del ataque obligándose a perdonar a la persona que le había causado tanto daño. Así que cuando David lo llamó a finales de 1996, Wright le aseguró que él no lo consideraba responsable.

Por otra parte, a David le sorprendió la bondad de Wright, una cualidad que sigue resaltando cuando se refiere a él, 20 años después. “La persona más dispuesta a ayudarme fue alguien que mi hermano trató de matar”, reconoció asombrado. Ambos se hicieron amigos y han viajado por todo el país para hablar sobre la pena de muerte y la importancia del perdón.

Sin embargo, el último dardo envenenado que le ha lanzado su hermano ha sido su voluntad final según la cual no quiere ser enterrado junto a su familia cuando muera, ni desea que su hermano disponga de su cuerpo.

De hecho, aún no se sabe sobre quién recaerá esa responsabilidad. Con el paso de los años Ted, que cumplirá 74 años en mayo, ha cambiado varias veces de idea, lo que refleja cuán inestables son sus relaciones. Su otra abogada Judy Clarke fue una de las responsables del papeleo ​​en 1997, y aunque se mantuvieron en contacto durante muchos años, después de haberse declarado culpable, él se enojó con ella. En 2007 elaboró ​​otro documento en el que señalaba a algunos de sus amigos por correspondencia como potenciales responsables, pero no está claro si todavía se sigue comunicando con algunos de ellos.

David Kaczynski, hermano de Ted Kaczynski “Unabomber” en su propiedad al suroeste de Estados Unidos.

“Creo que sobre David pesa el hecho de saber que probablemente nunca más hablará con Ted”, dijo Gary Wright. “Ted podría morir y es probable que David tenga que recogerlo y enterrarlo”.

Sin embargo, David le ha seguido escribiendo a su hermano por lo menos dos veces al año: en su cumpleaños y en vacaciones. Admitió que es difícil encontrar temas de conversación para un hermano que no solo no quiere hablar con él sino que también ha sido una sombra en su vida.

En diciembre, David le escribió a Ted de nuevo, pero le dio a entender que era la última carta. “Quiero creer que podemos reconciliarnos”, dijo en la entrevista. “Creo que sabe que yo estoy dispuesto a reunirme con él. Correría para ir a verlo ahora mismo si él estuviera dispuesto. Pero yo no voy a pasar toda mi vida golpeando una puerta que permanece cerrada”.

Nadie sabe qué siente el corazón de Ted y si finalmente se reconciliará con su hermano. Pero es muy probable que la puerta de su celda solo se abra para sacarlo en una camilla, y en ese momento, será demasiado tarde para que David le pueda decir algo.

Fuente: Yahoo