Tras el veredicto, Myriam Benítez apretó los párpados de sus ojos llorosos, se dejó caer de rodillas en la parte trasera del juzgado de Miami-Dade y unió las manos en oración. Después de 12 años de agonía, Benítez escuchó finalmente lo que ella siempre sabía que es la verdad:
Michel Escoto es culpable del feroz asesinato de la hija de Benítez, Wendy Trápaga.
Los jurados deliberaron el martes menos de tres horas antes de presentar el veredicto en contra de Escoto, quien apenas estuvo casado cuatro días con Trápaga en octubre del 2002, cuando ella fue estrangulada y golpeada ferozmente con una barra de hierro, en un plan para cobrar una póliza de seguros de $1 millón.
“La verdad triunfó sobre las mentiras”, dijo Benítez, quien durante todo el juicio llevó puesto un elegante camafeo de oro adornado con la imagen de Trápaga. “Dios nos acompañó a través de todo este proceso. Mi hija descansará en paz”.
Mientras a Escoto, quien ha permanecido en la cárcel desde el 2005, los carceleros le tomaban las huellas digitales, la familia de Trápaga, algunos de los cuales estaban tomados de la mano, se pusieron en fila en la galería directamente frente a él. “Para que él vea que estamos unidos en la lucha por la justicia”, dijo Claudia Camargo, prima de Trápaga.
Escoto, de 42 años, no será sentenciado hasta el 7 de mayo, pero la sentencia ya está fijada: por ley, él tendrá que cumplir cadena perpetua por ser condenado de asesinato en primer grado, o asesinato con premeditación.
Los familiares de Trápaga, quienes siempre sospecharon que él había matado a la muchacha trigueña de 21 años, tendrán la oportunidad en la audiencia de sentencia de hablar tanto al juez como al condenado. La decisión del martes terminó con un juicio de todo un mes en el cual Escoto operó como su propio abogado, con resultados frustrantes; en cierto momento, fue hallado culpable de desacato al tribunal por amenazar a un testigo clave frente a los atónitos jurados.
En el juicio, la fiscalía presentó a Escoto como un vago y un mujeriego que conoció a Trápaga en las clases de la escuela de belleza y la presionó para que se casara con él, llegando a convencerla para que mintiera a su propia familia sobre su embarazo.
“Wendy no tuvo vida después de usted”, dijo a Escoto la fiscal Gail Levine durante el cierre, volviéndose al jurado. “El le quitó la vida, sin pensarlo, desvergonzadamente, por dinero”.
Su plan original: drogarla con un polvo hecho a base de pastillas de Percocet, y luego ahogarla para que pareciera un accidente.
Escoto trató inicialmente de drogar a Trápaga durante una luna de miel improvisada en Cayo Hueso, pero su trago tenía un sabor “demasiado arenoso”, dijo la fiscalía.
Días más tarde, Escoto consiguió drogar a Trápaga y trató de ahogarla en el “Cuarto egipcio” del Executive Airport Motel de Miami. Pero cuando no consiguió mantenerle la cabeza debajo del agua en el Jacuzzi, acabó matándola a golpes con una barra de hierro esa noche junto a un almacén, según la fiscalía.
La fiscalía tenía una testigo clave: la ex novia de Escoto, Yolanda Cerrillo, quien admitió ante los jurados que ella lo ayudó a planear el asesinato, molió el Percocet e incluso practicó con el acusado cómo ahogar a la muchacha.
Cerrillo, quien recibió inmunidad judicial, admitió además haberlo sacado de la escena del crimen y haberlo llevado a deshacerse de la barra de hierro en la Bahía de Biscayne.
Escoto dijo inicialmente a los detectives que él y Trápaga habían discutido, salido del motel, y que ella lo había dejado en el apartamento que compartían en South Beach y se había ido en su auto. Pero los detectives de homicidio de Miami-Dade sospecharon de inmediato de la sinceridad de su dolor, y de la póliza de seguro de Trápaga: menos de dos meses después, Escoto presentó una reclamación para recibir el dinero de la póliza.
Escoto acabó presentando una demanda para cobrar el dinero. Pero, durante testimonio bajo juramento en el juicio en el 2005, él dio versiones contradictorias de lo ocurrido esa noche, lo cual condujo a su arresto.
El insistió siempre en representarse a sí mismo, y su falta de experiencia y de una defensa coherente le costó caro en el juicio. Su discurso inicial fue confuso y disperso, y en ningún momento negó haber matado a Trápaga.
Escoto se fue poniendo cada vez más colérico mientras los fiscales presentaban una objeción tras otra a sus interrogatorios impropios. La jueza de circuito de Miami-Dade, Marisa Tinkler Méndez, se mostró paciente pero le hizo estrictas advertencias durante todo el juicio, y lo declaró culpable de desacato al tribunal por amenazar al abogado por lo civil de Trápaga, cuando este estaban en el banquillo de los testigos.
Escoto finalmente permitió a su abogado de “emergencia”, Terry Lenamon, que diera el discurso final. Lenamon atacó de inmediato a los fiscales, diciendo que ellos habían hecho excesivamente dramática la evidencia “para vilipendiar a Michel Escoto”, y luego atacó el carácter de Trápaga y sugirió que a lo mejor había sido asesinada por un amante desconocido al cual acudió tras la discusión con su esposo.
Sus esfuerzos no dieron resultado.
El detective de Miami-Dade Gus Bayas, el principal investigador del caso original, dijo: “Esto significa mucho para la familia, que se les haga la debida justicia después de tantos años”.
Fuente: El Nuevo Herald.
Los familiares de Trápaga, quienes siempre sospecharon que él había matado a la muchacha trigueña de 21 años, tendrán la oportunidad en la audiencia de sentencia de hablar tanto al juez como al condenado. La decisión del martes terminó con un juicio de todo un mes en el cual Escoto operó como su propio abogado, con resultados frustrantes; en cierto momento, fue hallado culpable de desacato al tribunal por amenazar a un testigo clave frente a los atónitos jurados.
En el juicio, la fiscalía presentó a Escoto como un vago y un mujeriego que conoció a Trápaga en las clases de la escuela de belleza y la presionó para que se casara con él, llegando a convencerla para que mintiera a su propia familia sobre su embarazo.
“Wendy no tuvo vida después de usted”, dijo a Escoto la fiscal Gail Levine durante el cierre, volviéndose al jurado. “El le quitó la vida, sin pensarlo, desvergonzadamente, por dinero”.
Su plan original: drogarla con un polvo hecho a base de pastillas de Percocet, y luego ahogarla para que pareciera un accidente.
Escoto trató inicialmente de drogar a Trápaga durante una luna de miel improvisada en Cayo Hueso, pero su trago tenía un sabor “demasiado arenoso”, dijo la fiscalía.
Días más tarde, Escoto consiguió drogar a Trápaga y trató de ahogarla en el “Cuarto egipcio” del Executive Airport Motel de Miami. Pero cuando no consiguió mantenerle la cabeza debajo del agua en el Jacuzzi, acabó matándola a golpes con una barra de hierro esa noche junto a un almacén, según la fiscalía.
La fiscalía tenía una testigo clave: la ex novia de Escoto, Yolanda Cerrillo, quien admitió ante los jurados que ella lo ayudó a planear el asesinato, molió el Percocet e incluso practicó con el acusado cómo ahogar a la muchacha.
Cerrillo, quien recibió inmunidad judicial, admitió además haberlo sacado de la escena del crimen y haberlo llevado a deshacerse de la barra de hierro en la Bahía de Biscayne.
Escoto dijo inicialmente a los detectives que él y Trápaga habían discutido, salido del motel, y que ella lo había dejado en el apartamento que compartían en South Beach y se había ido en su auto. Pero los detectives de homicidio de Miami-Dade sospecharon de inmediato de la sinceridad de su dolor, y de la póliza de seguro de Trápaga: menos de dos meses después, Escoto presentó una reclamación para recibir el dinero de la póliza.
Escoto acabó presentando una demanda para cobrar el dinero. Pero, durante testimonio bajo juramento en el juicio en el 2005, él dio versiones contradictorias de lo ocurrido esa noche, lo cual condujo a su arresto.
El insistió siempre en representarse a sí mismo, y su falta de experiencia y de una defensa coherente le costó caro en el juicio. Su discurso inicial fue confuso y disperso, y en ningún momento negó haber matado a Trápaga.
Escoto se fue poniendo cada vez más colérico mientras los fiscales presentaban una objeción tras otra a sus interrogatorios impropios. La jueza de circuito de Miami-Dade, Marisa Tinkler Méndez, se mostró paciente pero le hizo estrictas advertencias durante todo el juicio, y lo declaró culpable de desacato al tribunal por amenazar al abogado por lo civil de Trápaga, cuando este estaban en el banquillo de los testigos.
Escoto finalmente permitió a su abogado de “emergencia”, Terry Lenamon, que diera el discurso final. Lenamon atacó de inmediato a los fiscales, diciendo que ellos habían hecho excesivamente dramática la evidencia “para vilipendiar a Michel Escoto”, y luego atacó el carácter de Trápaga y sugirió que a lo mejor había sido asesinada por un amante desconocido al cual acudió tras la discusión con su esposo.
Sus esfuerzos no dieron resultado.
El detective de Miami-Dade Gus Bayas, el principal investigador del caso original, dijo: “Esto significa mucho para la familia, que se les haga la debida justicia después de tantos años”.
Fuente: El Nuevo Herald.