Eric “E-Nasty” Earle sabía donde encontrar a chicas menores de edad para prostituirlas.
Earle, de 31 años, era el jefe de una banda de “chulos” que se dedicaba a cazar jovencitas que se encontraban bajo custodia del Departamento de Niños y Familia en el Condado Miami-Dade.
Su arresto, junto a tres presuntos cómplices por crimen organizado y prostitución de cuatro chicas menores de edad que se escapaban de albergues o de sus familias adoptivas, causó un escándalo en el sur de Florida en el verano del 2012 que puso en evidencia la vulnerabilidad de estas menores.
Aunque el tráfico de menores para la prostitución no está limitado a quienes están bajo custodia estatal, activistas aseguran que éstos se han convertido en un blanco atractivo para los “chulos” o traficantes.
Eso sucede por varias razones: los menores están separados de sus familiares, en muchas ocasiones no están siendo supervisados constantemente por un adulto, ansían atención y afecto, y tienden a escaparse de sus cuidadores a las calles.
“[Los chulos] saben que estos menores muchas veces no cuentan con la red de seguridad física o emocional que mantiene a los depredadores alejados”, dijo Staca Shehan, del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC, por sus siglas in inglés).
De acuerdo con estadísticas nacionales del 2013 reportadas por NCMEC, uno de cada siete menores de edad que se escaparon a las calles terminó siendo víctima de tráfico humano, y el 67% de ellos provenía de sistemas de albergue o adopción temporal.
Para Brenda Mezick, una asistente fiscal de la Fiscalía estatal en Miami-Dade que trabaja con los casos de tráfico humano, el arresto en el 2012 de la banda de “chulos” liderado por Earle ayudó a poner más atención en los niños bajo el cuidado del Estado.
“Los agentes de la ley empezaron a trabajar más directamente con los guardianes de estos niños, y ahora estamos viendo víctimas que antes no veíamos”, dijo Mezick, quien es la procuradora del caso de Earle.
“Hemos aprendido a reconocer las señales de que una chica podría estar siendo explotada; si están usando drogas y de donde las sacan, si hay algún chulo que esté tratando de reclutarlas”.
La oficina de la fiscal Katherine Fernández Rundle lleva a cabo desde el 2012 una activa campaña contra el tráfico humano, y ha reportado un incremento del número de arrestos relacionados y casos bajo investigación en el condado.
La semana pasada Fernández Rundle inició una campaña de concienciación en cuanto a la explotación de menores, que se lleva a cabo en conjunto con las autoridades condales, municipales y entidades privadas.
Para llamar la atención de la comunidad y promover que el problema de la trata de personas es también un asunto doméstico, fueron colocadas vallas publicitarias a través del condado, y mensajes en las paradas de autobuses con las frases “En Miami tenemos niños que están siendo vendidos para el sexo a la edad de 13 años” y “Paren la venta de nuestros niños para el sexo”.
Los anuncios también incluyen el número de una línea telefónica creada para que cualquier persona pueda reportar actividades que considere inadecuadas con menores de edad y que podrían estar relacionadas con el tráfico humano: 305-350-5567.
A mediados de febrero, Earle fue sentenciado a 13 años y cinco meses en una prisión estatal. Uno de sus cómplices, Anturrell Nathaniel Dean, de 32 años, fue sentenciado a 10 años de cárcel y cinco años de probatoria.
Los casos de otros dos presuntos cómplices, Willie Calvin Bivens, de 67 años, y David Zafari, de 36, aún están pendientes en la corte y podrían ir a juicio.
Earle y Dean llagaron a un acuerdo con la parte acusadora para aceptar su culpabilidad en algunos cargos.
“Ofrecemos este tipo de acuerdos antes de que las víctimas tengan que ser entrevistadas para deposición y así evitamos exponerlas a más trauma”, dijo Mezick.
Para muchas de estas chicas, el trauma no termina con el arresto de sus explotadores. En muchos casos ellas tienden a depender emocionalmente de sus captores, y puede ser difícil romper ese lazo.
Otras veces recaen en el mundo de la prostitución, principalmente después de que cumplen la mayoría de edad y ya no están bajo el cuidado del estado.
Expertos mantienen que la dinámica entre los explotadores y las víctimas se asemeja a una situación de violencia domestica, en donde el opresor controla y amenaza. Las chicas tienden a llamar a sus chulos “papi” o “daddy” y en muchos casos estos hombres se proyectan como sus novios o protectores.
Shehan, de la NCMEC, dijo que es necesario un cambio cultural en cuanto a la percepción de los chulos, llamados “pimps” en inglés.
“La sociedad glorifica el término ‘pimp’ y a este tipo de personas. Y eso causa que las chicas menores y vulnerables lo perciban como algo que no está mal”, dijo Shehan.
Adicionalmente, “si una chica le dice a otra, ‘mira tengo teléfono nuevo, puedo ir al salón de belleza, tengo ropa nueva’ la otra chica probablemente quiere tener a alguien que le de lo mismo”, dijo.
Shehan agregó que es importante presentar a estos depredadores como lo que son, en su opinión: “parte de lo más bajo de la sociedad, porque venden a las personas más frágiles”.
Sue Aboul-Hosn, la coordinadora de Tráfico Humano del Departamento de Niños y Familia en la Florida central, contó que fue hasta el 2009 que esa entidad empezó a investigar y a trabajar más directamente con las agencias del orden en los casos de menores desaparecidos.
“Sabíamos que en muchas ocasiones cuando nuestros menores desaparecían era que estaban siendo explotados, pero eran las agencias del orden quienes manejaban los casos”, dijo Aboul-Hosn, quien ha trabajado en asuntos de niños desaparecidos desde el 2003.
“Desde que agregamos lenguaje que incluye explotación y maltrato, (cuando se creó el puesto de coordinadores de tráfico humano), hemos visto un incremento en el número de llamadas a nuestra línea de asistencia para reportar este tipo de casos”, agregó.
Debido a reglas que protegen la identidad de las víctimas, el Nuevo Herald no pudo obtener información sobre la situación actual de las cuatro jóvenes que fueron víctimas de explotación en manos de Earle y su grupo.
Mezick dijo que muchas veces las víctimas tienen miedo a dar la cara porque en sus comunidades son percibidas como “soplonas” por exponer a sus abusadores.
“Aunque lo único que están haciendo es defenderse, la gente las tilda de soplonas, y esto las podría poner en riesgo”, declaró Mezick.
Fuente: El Nuevo Herald