Se sabe que los niños que sufren acoso escolar tienen más depresiones y más ansiedad cuando crecen. Más allá de las repercusiones emocionales y sociales, una nueva investigación apunta que el bullying también deja claras huellas biológicas en los afectados que explicarían por qué estas personas tienen algunos problemas de salud más adelante.
La mayoría de los trabajos científicos realizados hasta la fecha se centran en los efectos psicosociales de la intimidación escolar en la edad adulta, sin embargo, apuntan los investigadores de este trabajo, publicado en la revista PNAS, las víctimas del acoso suelen tener "problemas de sueño, dolor abdominal, menos apetito, dolores de cabeza y se ponen enfermos con frecuencia [...] Poco se sabe sobre cómo las adversidades sociales influyen en la biología de las personas implicadas en este tipo de prácticas".
Para averiguarlo, un grupo de científicos de la Universidad Duke Medicine (junto a tres universidades: Carolina del Norte, Emory y Warwich) analizó los datos de 1.420 personas durante más de 20 años. Para este estudio prospectivo, los individuos fueron seleccionados al azar y, por lo tanto, "no tenían especial riesgo de enfermedad mental o de ser intimidados", puntualiza William Copeland, principal autor del estudio y profesor del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke (Durham).
Los participantes fueron entrevistados a lo largo de su infancia, durante la adolescencia y en la edad adulta. Entre otros temas, se les preguntaba sobre sus experiencias con el acoso escolar, como víctimas, como acosadores o vivencias en los dos sentidos. Por otro lado, argumenta Copeland en su artículo, "analizamos sus muestras de sangre para observar las consecuencias a nivel biológico".
Con los resultados de la encuesta y los análisis en la mano, "observamos que los niveles de la proteína C reactiva (PCR) estaban mucho más altos en los adultos que habían sido víctimas de acoso escolar que en los acosadores o aquellos que habían vivido los dos roles". De hecho , los niveles de PCR aumentaban con el número de veces que los individuos fueron acosados.
La proteína C reactiva es un marcador de la inflamación en el cuerpo y supone un "factor de riesgo para problemas de salud como el síndrome metabólico (conjunto de factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la obesidad abdominal, la resistencia a la insulina o la hipercolesterolemia) y la enfermedad cardiovascular", señala Copeland. "Este podría ser el mecanismo por el que las víctimas de bullying desarrollan algunos problemas de salud más adelante", concluye el autor.
Según los expertos, los niveles de PCR varían en función del estrés, la mala nutrición, la falta de sueño y las infecciones, pero ahora, dados los últimos resultados, se puede decir que "esta proteína también se altera en relación con factores psicosociales", remarca el estudio, concretamente, con las experiencias de intimidación.
Aunque en los tres grupos se observó un incremento de la proteína C reactiva, tanto a corto plazo como en la edad adulta, dicho aumento era significativamente mayor entre los acosados que en los acosadores, que mostraban niveles incluso más bajos que aquellos que habían adoptado ambos papeles. Esto significa que, de alguna manera, ser sólo acosador puede aportar ventajas biológicas, es decir, "puede proteger contra el aumento del marcador inflamatorio" y por tanto de su posible repercusión en la salud.
Nuestro hallazgo sugiere que este mecanismo puede ser clave en el desarrollo de algunas enfermedades y, teniendo en cuenta esto, "las víctimas podrían ser objeto de políticas de promoción de la salud física y emocional, para disminuir así el riesgo a desarrollar enfermedades asociadas a la inflamación".
No obstante, añaden los investigadores, es necesario hacer más estudios sobre esta asociación, ya que la muestra no es lo suficientemente representativa.
Por: LAURA TARDÓN